Víctimas y memorias
Víctimas y memorias
Imaginemos que estamos en el año 2027. En ese año transcurre el videojuego Terminator: dawn of fate y se cumplen 30 años de la liberación de Ortega Lara, funcionario de prisiones que estuvo secuestrado por ETA durante 532 días en un zulo de Mondragón. Imaginemos también que en esos 30 años, Ortega Lara no hubiera sido reconocido por el Estado, ni recibido una compensación económica decente, y la sociedad española, con su silencio, hubiera pasado por encima de las víctimas de ETA sin prestarles mayor atención, pensando que forman parte de un problema que ya acabó.
Imaginemos que la familia de Ortega Lara, y las asociaciones de víctimas del terrorismo, colectivos sociales y partidos políticos promueven ahora, en 2027, una ley que contribuya a reconocer las terribles injusticias que han sufrido estas personas y que obligue al Estado a homenajear y compensar con dignidad ese sufrimiento.
Imaginemos, por último, que el Partido Popular se opone a esta ley y su presidente, Mariano Rajoy, dice que esta iniciativa genera tensión, abre heridas que ya se cerraron y no mira hacia el futuro. ¿Nos lo imaginamos bien todo? Pues algo parecido a esto es lo que está haciendo el PP en el año 2006 con las miles de víctimas que sufrieron la violencia en la Guerra Civil primero y/o la represión franquista después. Entre esas víctimas, y por poner un ejemplo, están los sindicalistas de CC OO juzgados en el Proceso 1001 y excarcelados en 1976. Privados de la libertad durante dos años por su actividad política y liberados hace ahora poco más de 30 años. “Supuestas o ciertas injurias perpretadas en el pasado” según escribe el director de ABC, José Antonio Zarzalejos.
El 28 de julio pasado, el Consejo de Ministros aprobó un anteproyecto de ley “por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura”. Igual que a Juan Antonio San Epifanio, ex-jugador de baloncesto, se le conocía como ‘Epi’, a esta ley se le ha acabado llamando “Ley de la Memoria Histórica”. A la propuesta del gobierno del PSOE se han opuesto casi todos, aunque por razones diferentes.
La izquierda valora la ley, pero considera que el texto trata evitar el enfrentamiento con la derecha. Más allá de los partidos que se sientan en el Congreso, organizaciones como Amnistía Internacional, la Asociación de Ex-Presos y Represaliados Políticos Antifranquistas y la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica o sindicatos como CNT critican con mayor o menor dureza la insuficiencia de las medidas propuestas en el anteproyecto de ley. Piden, entre otras cosas, la anulación de los juicios sumarísimos, la ampliación de las ayudas económicas a los que murieron antes de 1968, y la eliminación de los nombres franquistas de calles y plazas y las placas falangistas de las puertas de las iglesias.
Pero el discurso de la derecha va por otro lado. Dice Mariano Rajoy que esta ley remueve el pasado, sólo reconoce a las víctimas de un lado y abre heridas que ya se cerraron. Sobre las heridas, muchas personas que buscan los restos de sus familiares en cunetas y caminos españoles, donde fueron enterrados después de ser fusilados, sienten que la herida se cierra cuando los encuentran, cuando saben dónde están los huesos de sus seres queridos. Pero para Rajoy eso no es interesante, no importa a la gente. En un mitin celebrado en junio en Albacete dijo: “Aquí solo se habla de estatutos, de Felipe V, de Wilfredo el Velloso, de los suevos, de la República, de Franco. ¡A quién le importa eso!, ¡a quién le importa eso! (aplausos) Solo generan división y provocan irritación. ¡Oiga!, estamos en el 2006, no en mil novecientos y pico. Si la mayoría de la gente no sabe quiénes son todos esos. ¡Hable usted de los problemas reales!”. ¿Realmente le parece bien que la mayoría de la gente no sepa quienes son? ¿Le dirá eso a las víctimas de ETA cuando, dentro de 30 años, quieran recordar a los secuestrados, y asesinados? ¿Cuál es la diferencia? ¿Que a unos los asesinó un grupo terrorista y a otros un Estado? ¿Que le votan los que no estaban incómodos en ese Estado?
Ahora hay un plazo en el que los grupos parlamentarios aportarán sus alegaciones al anteproyecto de ley. Esperemos que se tengan en cuenta aquellas que vengan de los que realmente están interesados en esta tarea. Y si nos ponemos a mirar, parece que son todos menos el PP. Como de costumbre últimamente.
Imaginemos que estamos en el año 2027. En ese año transcurre el videojuego Terminator: dawn of fate y se cumplen 30 años de la liberación de Ortega Lara, funcionario de prisiones que estuvo secuestrado por ETA durante 532 días en un zulo de Mondragón. Imaginemos también que en esos 30 años, Ortega Lara no hubiera sido reconocido por el Estado, ni recibido una compensación económica decente, y la sociedad española, con su silencio, hubiera pasado por encima de las víctimas de ETA sin prestarles mayor atención, pensando que forman parte de un problema que ya acabó.
Imaginemos que la familia de Ortega Lara, y las asociaciones de víctimas del terrorismo, colectivos sociales y partidos políticos promueven ahora, en 2027, una ley que contribuya a reconocer las terribles injusticias que han sufrido estas personas y que obligue al Estado a homenajear y compensar con dignidad ese sufrimiento.
Imaginemos, por último, que el Partido Popular se opone a esta ley y su presidente, Mariano Rajoy, dice que esta iniciativa genera tensión, abre heridas que ya se cerraron y no mira hacia el futuro. ¿Nos lo imaginamos bien todo? Pues algo parecido a esto es lo que está haciendo el PP en el año 2006 con las miles de víctimas que sufrieron la violencia en la Guerra Civil primero y/o la represión franquista después. Entre esas víctimas, y por poner un ejemplo, están los sindicalistas de CC OO juzgados en el Proceso 1001 y excarcelados en 1976. Privados de la libertad durante dos años por su actividad política y liberados hace ahora poco más de 30 años. “Supuestas o ciertas injurias perpretadas en el pasado” según escribe el director de ABC, José Antonio Zarzalejos.
El 28 de julio pasado, el Consejo de Ministros aprobó un anteproyecto de ley “por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura”. Igual que a Juan Antonio San Epifanio, ex-jugador de baloncesto, se le conocía como ‘Epi’, a esta ley se le ha acabado llamando “Ley de la Memoria Histórica”. A la propuesta del gobierno del PSOE se han opuesto casi todos, aunque por razones diferentes.
La izquierda valora la ley, pero considera que el texto trata evitar el enfrentamiento con la derecha. Más allá de los partidos que se sientan en el Congreso, organizaciones como Amnistía Internacional, la Asociación de Ex-Presos y Represaliados Políticos Antifranquistas y la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica o sindicatos como CNT critican con mayor o menor dureza la insuficiencia de las medidas propuestas en el anteproyecto de ley. Piden, entre otras cosas, la anulación de los juicios sumarísimos, la ampliación de las ayudas económicas a los que murieron antes de 1968, y la eliminación de los nombres franquistas de calles y plazas y las placas falangistas de las puertas de las iglesias.
Pero el discurso de la derecha va por otro lado. Dice Mariano Rajoy que esta ley remueve el pasado, sólo reconoce a las víctimas de un lado y abre heridas que ya se cerraron. Sobre las heridas, muchas personas que buscan los restos de sus familiares en cunetas y caminos españoles, donde fueron enterrados después de ser fusilados, sienten que la herida se cierra cuando los encuentran, cuando saben dónde están los huesos de sus seres queridos. Pero para Rajoy eso no es interesante, no importa a la gente. En un mitin celebrado en junio en Albacete dijo: “Aquí solo se habla de estatutos, de Felipe V, de Wilfredo el Velloso, de los suevos, de la República, de Franco. ¡A quién le importa eso!, ¡a quién le importa eso! (aplausos) Solo generan división y provocan irritación. ¡Oiga!, estamos en el 2006, no en mil novecientos y pico. Si la mayoría de la gente no sabe quiénes son todos esos. ¡Hable usted de los problemas reales!”. ¿Realmente le parece bien que la mayoría de la gente no sepa quienes son? ¿Le dirá eso a las víctimas de ETA cuando, dentro de 30 años, quieran recordar a los secuestrados, y asesinados? ¿Cuál es la diferencia? ¿Que a unos los asesinó un grupo terrorista y a otros un Estado? ¿Que le votan los que no estaban incómodos en ese Estado?
Ahora hay un plazo en el que los grupos parlamentarios aportarán sus alegaciones al anteproyecto de ley. Esperemos que se tengan en cuenta aquellas que vengan de los que realmente están interesados en esta tarea. Y si nos ponemos a mirar, parece que son todos menos el PP. Como de costumbre últimamente.
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Respuestas incómodas
George Galloway, diputado laborista escocés enfrentado al equipo de Tony Blair por su oposición a la guerra de Irak, fue entrevistado en la cadena de televisión estadounidense Sky News. El tema: la guerra de Israel en Líbano. A preguntas “ridículas” (según el propio Galloway), respuestas incómodas...
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Camaroncito
La Calle Espoz y Mina de Madrid transcurre, en cuesta, desde una esquina de la plaza Jacinto Benavente hasta una esquina de la Puerta del Sol. A mitad de camino desemboca un callejón, la calle Cádiz, donde un par de restaurantes donde sirven kebabs han bastado para aromar el paso con especias, salsas y cordero asado. Iba paseando por allí una mañana de mi primer año en la ciudad cuando me paró una mujer para pedirme dinero. Al decirle que no llevaba me dijo que si podía mandar un mensaje con mi teléfono móvil. Saqué el teléfono y me empezó a dictar el texto. Poco a poco, porque ella misma se corregía y volvía a empezar, escribí el mensaje. Cuando le pedí el número me dio uno que empezaba por 91 (el prefijo que llevan todos los números de teléfonos fijos de la Comunidad de Madrid). Le interrumpí y le expliqué que no se podía mandar un mensaje a un teléfono fijo, que tenía que ser a un teléfono móvil. No lo entendió muy bien pero me creyó y se fue resignada. El mensaje decía:
“Camaroncito, cántame una canción de los Gipsy Kings. Javi, me voy a los toros el domingo”.
Ese día el mensaje no llegó a su destinatario. Quién sabe si ahora, seis años después, sí.